Por Javi Alfonso y Majo Giménez.

Cuando te pones a trabajar con los más jóvenes, y hablo de 12-16 años, siempre surge un poco de vergüencita. Están abandonando la niñez y eso implica que surge el miedo a equivocarse y a juzgarse una y otra vez por cada cosa que hacen. Pero siempre encontramos un camino. Ya sea sentados en círculo, en el escenario, o en las butacas, siempre acaba desatándose esa valentía que les impulsa a salir al escenario con determinación a demostrar de qué son capaces.

A veces resulta curioso, cuando tanteamos un poco a los alumnos, como personas interesadas en la interpretación te sorprenden con que no conocen una película o un texto que forma parte de la cultura popular, pero eso, no tiene que ser necesariamente negativo. Les hablas de una historia clásica, una ecuación sencilla, una historia de aventuras a la antigua usanza y les fascina comprender y adentrarse en sus personajes, subir al escenario casi con los ojos vendados y lanzarse sin temor a transformarse en uno de esos piratas, princesas o espadachines.

La manera que tiene una persona joven de afrontar el trabajo teatral es siempre a través de la pureza y la inocencia, y esto es maravilloso. Es casi como descubrir una isla perdida, como explorar una tierra inexplorada y ver como poco a poco van descubriendo un montón de cosas que quieren y les encanta hacer pero que no conocían hasta el momento.

¡Adelante, chicos, estáis haciendo un buen trabajo!