Por Javi Alfonso.

¿Qué ocurre cuando encendemos la cámara? ¿Qué efecto produce que hace que todo lo que está fuera del alcance de su mirada desaparece? Por poca experiencia que tenga el actor/alumno, siempre ocurre algo casi místico cuando nuestra «amiga» se pone en funcionamiento. Una vez estamos concentrados y hemos preparado qué vamos a hacer delante de la cámara, muchas veces, los alumnos me dicen, nerviosos, cosas como «No estoy preparado» o «espera, no sé qué voy a hacer» y yo les digo «¡Perfecto! ¡Adelante, vamos a grabar!». Esto, no es siempre así. El actor/actriz, bajo mi punto de vista, aunque se enfrente a una improvisación, debe tener un mínimo espacio de tiempo para reflexionar y sobre todo, organizar qué va a hacer en el plano. Pero sí que es cierto, que hay otras veces, que el esperar demasiado o dar demasiadas vueltas a lo que vamos a representar produce un bloqueo en nosotros y nos olvidamos del verdadero objetivo de nuestro trabajo.

Y hablando precisamente de nuestro objetivo, en la clase de ayer, me llamó mucho la atención, como uno de los actores, un poco nervioso e inseguro, optó por lo más lógico, ir a las marcas. ¿En qué consiste el ejercicio? Debía enfrentarse a una improvisación en primer plano. Bien, ¿de qué herramientas dispongo? ¿Cuáles son mis limitaciones? Y se limitó a ir a las marcas: sé hasta dónde puedo llegar y no intento marearme con nada más. Algo como esto es lo que me sorprende del trabajo frente a la cámara, cómo, sin casi darnos cuenta, la cámara nos pone en nuestro lugar. Como me gusta recordar a los chicos; con poco que le demos a la cámara, nos querrá para siempre.