Por Javi Alfonso.

Siempre es emocionante empezar un nuevo curso. Hace unos días empezábamos uno intensivo, nuevamente de interpretación para cine y TV. Esto, nos obliga a repasar algunos principios básicos o pilares que nunca debemos olvidar. Repasando estos conceptos, nos encontramos con que a veces puede haber algo de confusión en torno a ellos: ¿es lo mismo energía, fuerza o intensidad? ¿Debo interpretar una secuencia más rápido si el director/a me pide mayor intensidad? Hay un poco de lío con todo esto.

En la primer clase, tras unos ejercicios de respiración y tantear un poco por dónde va la expresividad del actor/actriz, es momento de empezar a hablar de estas cosas, cosas que debemos añadir a nuestra mochila de herramientas y que debemos integrar a nuestro trabajo. Hablamos mucho de los niveles de energía: ponemos ejemplos, realizamos ejercicios, pero, ¿es lo mismo energía o fuerza o intensidad? Probablemente sí, aunque seguramente, lo que un realizador nos pida sea mayor intensidad. ¿Significa esto que debo interpretar una secuencia más rápido? ¿Si voy aumentando la intensidad de mi actuación, debo también variar el ritmo o el «tempo» (hablaremos de esto más tarde) de la misma? No. tratamos temas distintos; el actor/actriz debe ser capaz de variar la energía que pone a sus acciones sin necesidad de cambiar el ritmo de éstas. Un buen ejemplo sería el de un sujeto sentado en una silla, completamente inmóvil, teniendo un ataque de rabia y arrugando un vaso de plástico que sostiene en la mano, ¿ha variado su intensidad? Sí, ¿ha cambiado el ritmo de la secuencia o de la propia actuación? No.

Es imprescindible comprender y sobre todo, asumir esto para poder empezar a trabajar. Un error de concepto tan básico puede llevarnos a malentender una escena y por lo tanto, que nuestra actuación no se comprenda y no llegue hasta el público.