Por Javi Alfonso.

El texto te da unas pistas. Tratas de colocar a un actor o actriz en un lugar para que tire de su intuición y pueda defender lo que va a hacer en un escenario. Pero el texto, por grande que sea, siempre acaba siendo un material del que partimos, la vida la ponemos nosotros.

Le das unas pistas a una chica para que, tras leer un texto y sacar las primeras claves de un personaje, haga una improvisación y empieza la magia. Unos minutos después, hacemos lo mismo con otra chica y no tiene nada que ver un trabajo respecto al otro.

La clave es la percepción personal de esas pistas, no tienen nada que ver con nuestro perfil físico, si no con cómo nos quedamos con lo que creemos que es la información importante de todo eso y nuestro cuerpo lo interpreta. Y todos los cuerpos son distintos, eso es lo fascinante.

Por esto mismo, proponemos un ejercicio: leemos un texto que es una descripción de un personaje en primera persona acompañada de una breve historia. Extraemos esas pistas y después, olvidamos el texto, nos quedamos con las claves y nos lanzamos a hacer una improvisación. El resultado es asombroso. Nuestro cerebro ha seleccionado sólo lo que considera importante de lo que hemos leído y nuestro cuerpo se pone en marcha. Ponemos en pie y damos vida a esas claves y en definitiva, a ese personaje. Lo fascinante de todo es que cada cuerpo es distinto y por lo tanto, cuando llega el momento en que el actor/actriz empieza a tomar decisiones en el escenario llega la verdadera actuación, cuando cada uno tira por un lado u otro. El texto queda como una partitura, esencial, pero es una herramienta más.